Ya bastante lejos de la ciudad, en Saint Bernardine, logramos dar con un local de comida abierto todavía. Entramos y la mesera nos tomó la orden... Café para ambos y un sandwich para Charlotte. Ella se paró de la silla, diciendo que iba al baño. Mientras caminaba hacia allí, yo me quedé mirando por la ventana mientras la lluvia caía sin cesar, pensando que hacer. Igual vi que ella estaba haciendo una llamada... pero por la distancia no pude saber a quién llamó. En todo caso, no le di importancia.
Después que regresó, conversamos el plan de escape. Ni a St. Mary ni a St. Rose. iríamos a los muelles de Antonietta, controlado por la mafia de Francesco, para embarcarnos en el siguiente barco hacia el sur. Estaba todo listo. Hice unas llamadas, conseguí un ticket de ultimo momento para el S.S. Fullerton con dirección hacia el sur, en fin... la idea era escaparnos, finalmente.
Nos dirigimos al puerto, precisamente hacia los muelles de Antonietta, donde estaba el barco que nos llevaría lejos de esta maldita ciudad y sus vicios...
Íbamos tan rápido como nos lo permitía la niebla, pero algo raro noté en Charlotte, de pronto su mirada se volvió distante.
- ¿Pasa algo, Charlotte?
- No, Joe - respondió mientras tomaba mi mano - nada
- Te noto distante
- Estoy demasiado nerviosa - continuó - estamos huyendo
- Ya llegaremos a puerto...
Al llegar, entramos directamente a los muelles de Antonietta, Francesco nos esperaba.
- ¡Joe, caro amico! - exclamó con los brazos abiertos - Benvenutto a mi humilde morada... E questa bella ragazza, chi è lei?
- Es una larga historia - respondí mientras palmoteaba la espalda de Francesco - Te lo contaré después. ¿hiciste lo que te pedí?
- Certo, amico! - respondió - tutto è proprio come hai chiesto.
- Ok... saca a tus muchachos de aquí y estate atento a lo que pase.
Francesco movió a su banda del lugar y nos dejaron a solas. Charlotte miraba en todos los sentidos como si estuviera buscando algo... o a alguien. Finalmente el barco se apostó en el muelle y el descenso de los pasajeros y equipaje.
- Charlotte - dije mientras sacaba un sobre - Aquí tienes, tus papeles nuevos, un visado, dinero y el pasaje para que te embarques.
- Joe - respondió mirándome a los ojos - ¿no te irás conmigo?
- No, Charlotte - respondí - Mereces algo mejor y eso es algo que no te puedo dar yo
- ¿Y que hay de nuestro amor?
- Siempre tendremos París - respondí.
Sentí su mano acariciar mi rostro. Tan suave pero mortal. Un mal presentimiento se me vino a clavar en la mente, el brillo de sus ojos me lo hizo notar...
Charlotte sacó un arma...
Yo le devolví el favor.
Nos miramos sin dejar de apuntarnos... el sonido de unos pasos acompañado de aplausos, nos distrajo.
- Joe McDraken - Dijo Gallard caminando entre sus matones - nos volvemos a encontrar, sabandija!
- Mierda! - exclamé
Gallard me había tendido una trampa... y esta era el Empire State Building de las trampas. Charlotte fue la carnada que me trajo hasta aquí sin darme cuenta, directo a las fauces del Gran Blanco. ¡Vaya estúpido que fui!
- Sebastian Gallard
- Joe McDraken - continuó mientras se acercaba a nosotros - Te consideré más listo e inteligente... buen truco con lo de Chandler... me engañaste por quizás muchos años. Pero no más! Yo fui más listo que tú, por eso contraté a Charlotte... tu debilidad, tu kryptonita, tu talón de Aquiles, ella hizo lo que nadie más pudo hacer, dar contigo y traérmelo... como una gatita que trae un ratón muerto, como muestra de lealtad hacia su amo... ahora Louie debe haberte dicho algo sobre un negocio, una información que vale millones de dólares... ¿donde están las acciones de MI COMPAÑÍA?
Sonreí, miré al suelo y después volví a apuntar... - ¡No lo sé, payaso! - respondí - Es más, debiste preguntarle directamente a Chandler antes de que lo mandaras al infierno. El era el único que sabía toda la operación y donde iba a estar el dinero que ganó. Creíste engañar al banco, a tu padre y a Francesco, pero no te resultó, idiota... Eso te pasa por hacer negocios sucios, cabrón!
En eso sonó un disparo que me dio de lleno en el hombro izquierdo, caí al suelo y cuando me levanté, Charlotte seguía apuntándome, su revolver seguía humeando... La miré y podía ver el conflicto en su mente y su corazón. Jamás aprendo... El corazón siempre me engaña. Eso me pasa cuando dejo que sean los sentimientos quienes tomen las decisiones que debí tomar con la cabeza.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario