Gallard y sus matones (comprados por éste para que ejecutaran a Sidney) nos interceptaron en la entrada de mi oficina. A empujones y apuntando sus armas nos hicieron entrar a mi despacho... Chandler solo me miraba aterrado, yo con el ceño fruncido y mi mano inquieta buscando mi arma, sabiendo que de esta iba a salir peor...
- Louie - dijo Gallard - ¿que dirá tu ex esposa ahora que sabrá que no estas muerto?
- Sebastian - dijo Chandler doblado como un dos ante una escala real - puedo explicarlo
- Ese paquete accionario que compraste... ¡CON MI DINERO!
- Ese paquete accionario, - replicó Chandler - te permitió el préstamo que iba a salvar la compañía que tu estabas mandando a la quiebra y de paso la ira de tu padre
- No metas a mi padre en esto
- Sebastian - interrumpió Chandler - Tu padre sabía que estabas usando la compañía para tus gastos personales y no estaba de acuerdo con tus "métodos"
Sebastian lo interrumpe con un puñetazo en el estómago. En ese momento de descuido desenfundé mi arma y disparé eliminando a dos de los matones de Gallard. Agarré a Chandler y bajamos por las escaleras de emergencia que daban al callejón... cuando llegamos casi a abordar el auto, nos interceptaron nuevamente... era la hora de la golpiza.
Nos llevaron a una bodega subterránea ubicada en una granja fuera de la ciudad. Allí nos amarraron a unas sillas y comenzaron a interrogarnos. Primero a Chandler que no resistió la paliza que le puso uno de sus matones: Paul "Big Nose" Alphonse. Terminó tirado en el suelo. Después me tocó a mi... de mano del mismo Gallard.
- Joe - comenzó Gallard - ¡Finalmente te encuentro, sabandija!
Nos llevaron a una bodega subterránea ubicada en una granja fuera de la ciudad. Allí nos amarraron a unas sillas y comenzaron a interrogarnos. Primero a Chandler que no resistió la paliza que le puso uno de sus matones: Paul "Big Nose" Alphonse. Terminó tirado en el suelo. Después me tocó a mi... de mano del mismo Gallard.
- Joe - comenzó Gallard - ¡Finalmente te encuentro, sabandija!
- No te tardaste mucho... - respondí sarcásticamente - ¿te quedaste pegado en la zona franca acaso?
- Tu y tu humor sin gracia - continuó - Finalmente doy contigo después de unos cuantos años. Sabes bien que necesito respuestas y las necesito ahora... para empezar ¿porqué dejaste ir a Chandler?
- El me pagó mas que tú, idiota - le respondí sonriendo.
Gallard me dió su mejor puñetazo en la cara. Por cada vez que Gallard me golpeaba, menos le contestaba...
- Golpeas como toda una perra, Gallard - le dije antes de que este me noqueara.
Lo que pasó después, no recuerdo nada. Pero de algún modo desperté en mi despacho con un dolor de cabeza tal que tenía la impresión de que mi cerebro era dos tallas mas grandes que mi cráneo. Como pude me levanté y fui al refrigerador por una bolsa de hielo. Estaba en eso cuando, por fortuna o por desgracia, sentí que alguien con acento italiano sureño hablaba en la entrada. Apenas salí, me encontré con la Sra. Greenstreet y unos mafiosos. Uno de ellos se adelantó y se me acercó hablándome en italiano.
- Joe McDraken, caro amico. cosa diavolo ti è successo? - Exclamó - Parece que hubieras salido de un garito en Milano, non ricordi?
- Uh? - respondí llevandome la bolsa con hielo a la cabeza - ¿y tu?
Rolando Francesco, conocido como "Il Capo di Milano", era un mafioso de poca monta en su Lombardía natal hasta que llegó a la ciudad a establecerse con su grupo de leales, en el negocio del contrabando. Desde autos de lujo iltalianos, muchos de ellos armados en el muelle de Antonietta que era de su propiedad, hasta armas, pasando por drogas, licor y mujeres desde Rusia, Medio Oriente y Sudamérica. Era de esos mafiosos importados, que aun a pesar de lo vil y terrible de su "linea de negocios", como suele llamarle, son de esos con moral y respeto, al punto de que podías confiar ciegamente en él, pero si le fallabas, firmabas tu sentencia de muerte.
Gallard me dió su mejor puñetazo en la cara. Por cada vez que Gallard me golpeaba, menos le contestaba...
- Golpeas como toda una perra, Gallard - le dije antes de que este me noqueara.
Lo que pasó después, no recuerdo nada. Pero de algún modo desperté en mi despacho con un dolor de cabeza tal que tenía la impresión de que mi cerebro era dos tallas mas grandes que mi cráneo. Como pude me levanté y fui al refrigerador por una bolsa de hielo. Estaba en eso cuando, por fortuna o por desgracia, sentí que alguien con acento italiano sureño hablaba en la entrada. Apenas salí, me encontré con la Sra. Greenstreet y unos mafiosos. Uno de ellos se adelantó y se me acercó hablándome en italiano.
- Joe McDraken, caro amico. cosa diavolo ti è successo? - Exclamó - Parece que hubieras salido de un garito en Milano, non ricordi?
- Uh? - respondí llevandome la bolsa con hielo a la cabeza - ¿y tu?
Rolando Francesco, conocido como "Il Capo di Milano", era un mafioso de poca monta en su Lombardía natal hasta que llegó a la ciudad a establecerse con su grupo de leales, en el negocio del contrabando. Desde autos de lujo iltalianos, muchos de ellos armados en el muelle de Antonietta que era de su propiedad, hasta armas, pasando por drogas, licor y mujeres desde Rusia, Medio Oriente y Sudamérica. Era de esos mafiosos importados, que aun a pesar de lo vil y terrible de su "linea de negocios", como suele llamarle, son de esos con moral y respeto, al punto de que podías confiar ciegamente en él, pero si le fallabas, firmabas tu sentencia de muerte.
A Rolando lo conocí en Milan, cuando nos establecimos en Sigonella, Italia y yo era parte de la Policia Militar. Lo pillamos mientras vendía bajo cuerda licor a las tropas, pero al final igual nos convenció, asi que como conseguia buen licor, nos apartaba unas botellas a nosotros. Después, se vino conmigo como polizón, haciendolo pasar como prisionero de guerra y estuvo en la base hasta cuando volví a St. Mary. Un día se fugó y desapareció por un tiempo. En unos meses ya tenía el control de buena parte de los garitos de mala muerte, las apuestas ilegales y el contrabando... luego se expandió a la ciudad, donde nos volvimos a encontrar. En aquel entonces hice unos trabajos para él, a cambio de información sobre un caso importante, que terminó de un modo casi trágico. A pesar de todo, Francesco siempre me ha sacado de apuros cuando he estado con el agua hasta el cuello... Y esta vez no sería la excepción. Me recosté sobre mi sillón mientras Francesco encendía un habano.
- Joe, caro amico - comenzó mientras fumaba - Apelando a nuestra larga y buena amistad, he venido para ofrecerte que trabajes para mi otra vez... ya sabes, como en los viejos tiempos.
- ¿Crees tu que estoy en condiciones de trabajar para ti, ahora, Rolando?
- Joe, a juzgar por tu aspecto y tu "situazione" - continuó mientras se paseaba por mi despacho - será una oferta que no podrás rechazar...
- Eso es lo que tu crees, pendejo -respondí
- Como has de saber, caro amico, "Questa città è mia, la controllo io". Io tengo el negocio y no quiero que nadie me la quite. é mia incluso hasta este edificio...
- ¿Y yo que tengo que ver en todo esto?
- No te hagas el que no sabes, Joe - continuó Francesco - tu me debes mucho...
- ¿No será al revés, Rolando? - le dije con el ceño fruncido por el dolor - De no ser por mí, estarías pudriendote en la carcel allá en Milán. Recuerda, viejo amigo, fui yo el que te sacó de ahi, yo te traje para la ciudad... me lo debes
- Te lo agradezco, caro amico. Por eso y por nostra bella amistad - me interrumpió - te pediré "un piccolo favore".
- En fin ¿que demonios quieres?
- De seguro has escuchado hablar de Sebastian Gallard ¿verdad?
- Te escucho
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