lunes, 10 de agosto de 2020

1991

1991, En aquel entonces cursaba el 1° Medio en el primer liceo que le recomendaron a mi mamá, mientras yo cursaba (y vivía) en el Internado del Colegio Elvira Errázuriz. El Liceo Obispo Augusto Salinas, perteneciente a la Corporación de Educación Popular (Actualmente Fundacion Belen Educa) . Se suponía que estudiaría ahí mientras se hacían las gestiones para irme al Seminario Pontificio en Valparaíso, pues había dejado de manifiesto mi intención de ser sacerdote. Pero en fin, caí ahi. Fue el inicio de ese periplo llamado adolescencia, con sus altibajos, locuras y pendejadas propias de la edad. Entré en un mundo que distaba mucho del catolicismo que me inculcaron en el otro colegio, mucha "teoría de la liberación" y en donde había gente desde la mas cuica hasta la mas proleta. Una especie de Machuca, pero en los 90's.

Como había mencionado en otra columna, me reencontré con un compañero de básica, Rafael Galaz, a quien no veía desde que se fue en 5to básico, pero a la vez, empecé a experimentar la vida propia de un preadolescente, un púber, (un pendejo) que recién estaba cachando la diferencia de lo que se veía en el colegio del frente. Conocí a buenos compañeros, hice buenas amistades, pero a la vez, conocí a la que fue mi primer "amor" y la primera en mandarme a la Friendzone (aún cuando esta no era conocida como tal), Carolina "Meg" Dominguez. Me gané el apodo de "Padre Ralph" por una serie que daban en La Red (y que ya hablé de eso antes).

Debo reconocer que hice estupideces por el solo hecho de no haber madurado lo suficiente como para entender ese mundo, fui medio loco, pero tambien buen alumno y enamorado. Pero el ambiente como que no era el mejor para mí, según mi santa madre, que en plena fiesta del colegio me sacó de un ala.

Tiempo después, antes que terminara el año, me contactaron del colegio, mi orientador. le hablé de mi cambio de opinion, de dejar la idea de ser sacerdote, y me miró con pena. Me dijo: "podrías haber sido un buen sacerdote, eres una persona buena de corazón". A lo cual le respondí: No tengo dedos para el piano, lo reconozco. Creo que la vida sacerdotal no es para mi. Creo que puedo servir a Dios de otra forma que no sea vistiendo una sotana y predicando desde un púlpito.

El punto de todo esto, es que acordarme de todo lo que hice ese año, es bien dificil. No tengo contacto alguno con mis compañeros de ese año y buena parte de eso, pasó, por decirlo así, sin pena ni gloria. Pero hay cosas que valía la pena mencionar y que mi juventud no se limita solo al Santa Maria de Santiago, va mucho más alla de aquel año. Siempre es bueno empezar por eso.

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