Al día siguiente, me quedé revisando nuevamente el caso, buscando en archivos de casos anteriores para ver si había algun patrón o algo que realmente las conecte. Mas tarde decidí ir al centro, para distraerme, algo que suelo hacer cuando hay muchos cabos sueltos sin ninguna razon para atarse.
Luego de dar vueltas por el centro, volví a mi despacho. Eran las 8:00 pm y sentí que no había necesidad de abrir a esa hora. La señora Greenstreet, la dueña del edificio, me avisó que alguien me buscaba en mi oficina. Como no me encontró, dejó un sobre con mi nombre escrito en él. Subí a mi despacho y lo encontré pegado en la puerta. Primero me puse un par de guantes de latex y busqué un cuchillo para abrir sobres y lo saqué con cuidado, tomándolo con unas pinzas para evitar contaminar la evidencia.
Al abrir el sobre, un aroma muy especial emanó de su interior. Era un aroma muy familiar. Uno que me trajo recuerdos de otros tiempos. Tiempos pasados que pensé había dejado atrás cuando me enrolé en el ejercito y partí a la guerra. Un tiempo que pensé haber ya olvidado. Observé el contenido y era nada más que un pañuelo, impregnado en un fuerte y dulzón aroma a perfume caro. Al verlo, encontré que su contenido era tan inofensivo, que consideré que la precaución que tomé era exagerada y ridícula, pero no por eso dejaba de causarme un mal presentimiento. Decidí examinarlo bien, vi un beso marcado con labial rojo carmesí y dos iniciales bordadas elegantemente a mano. Estas simples pruebas fueron para mí como un puñetazo a la cara. Una clara señal de que no importó lo que hiciese o que tan lejos me haya ido o cuantos años pasaron. El pasado siempre vuelve, ya sea para cobrar una vieja deuda, revivir una vieja llama o simplemente tener que enfrentar lo que dejaste atrás como tarea pendiente.
Luego de dar vueltas por el centro, volví a mi despacho. Eran las 8:00 pm y sentí que no había necesidad de abrir a esa hora. La señora Greenstreet, la dueña del edificio, me avisó que alguien me buscaba en mi oficina. Como no me encontró, dejó un sobre con mi nombre escrito en él. Subí a mi despacho y lo encontré pegado en la puerta. Primero me puse un par de guantes de latex y busqué un cuchillo para abrir sobres y lo saqué con cuidado, tomándolo con unas pinzas para evitar contaminar la evidencia.
Al abrir el sobre, un aroma muy especial emanó de su interior. Era un aroma muy familiar. Uno que me trajo recuerdos de otros tiempos. Tiempos pasados que pensé había dejado atrás cuando me enrolé en el ejercito y partí a la guerra. Un tiempo que pensé haber ya olvidado. Observé el contenido y era nada más que un pañuelo, impregnado en un fuerte y dulzón aroma a perfume caro. Al verlo, encontré que su contenido era tan inofensivo, que consideré que la precaución que tomé era exagerada y ridícula, pero no por eso dejaba de causarme un mal presentimiento. Decidí examinarlo bien, vi un beso marcado con labial rojo carmesí y dos iniciales bordadas elegantemente a mano. Estas simples pruebas fueron para mí como un puñetazo a la cara. Una clara señal de que no importó lo que hiciese o que tan lejos me haya ido o cuantos años pasaron. El pasado siempre vuelve, ya sea para cobrar una vieja deuda, revivir una vieja llama o simplemente tener que enfrentar lo que dejaste atrás como tarea pendiente.
Guardé el pañuelo dentro del sobre y encendí la luz. Una voz viajó de entre la penumbra de la sala de estar y mi oficina, sonando angelicalmente endemoniada.
- Eres un tipo no muy fácil de encontrar en esta ciudad.
Levanté la mirada y la encontré parada en el umbral de mi puerta. Su vestido negro la hacía verse más delgada y espigada. Era hermosa, no había lugar a dudas. Parecía que el tiempo se detuvo en ella. La miré de pies a cabeza, contemplando su hermoso cabello negro que caía como cascada encima de sus hombros y sus grandes ojos claros brillaban como diamantes recien pulidos... Ahi comprendí que mi pesadilla solo estaba por comenzar.
- Hola, Joe
- Charlotte Jones - respondí con sorpresa
- Ha pasado mucho tiempo desde St. Mary - continuó mientras se acercaba a mi escritorio con paso elegante, casi felino. Se sentó en una silla del otro lado del escritorio y mientras cruzaba elegantemente sus piernas, su mirada instigadora me intimidaba.
- Si, no lo he olvidado para nada... - Respondí mientras buscaba mi cajetilla de cigarrillos en mi chaqueta - lo recuerdo todas las noches desde que dejé ese sucio pueblo ¿Que te trae por acá?
- Solo negocios, Joe - me respondió - aparte de ver y saludar a una vieja amiga ¿Está Valery Jansen aqui en la ciudad?
- No me preguntes, - respondí - no tengo idea de quien es...
- ¿Como no vas a recordar? - preguntó con un tono burlón - Nuestra compañera de secundaria...
- Ella... hmmm
- Si, Joe. Ella misma.
- Valery ahora es una exitosa empresaria. Tiene un salón de belleza justo en el centro de la ciudad. Aparte de eso, ya no se apellida Jansen, Charlotte - respondí - Se casó y ahora se apellida Chandler.
- Charlotte... - sonrió - te sale tan bien cuando lo dices
- ¿Y desde cuando que estás acá?
- Llegué hace un mes - respondió con esa mirada felina - Estuve en el sur preguntando por ella y me terminaron hablando de ti. Me dijeron que eras bueno investigando.
- Si, eso dicen - dije mirándole a los ojos, entre el humo de mi cigarrillo - pero ya estoy retirado del negocio
Charlotte me miró con cara de incrédula y con sonrisa juguetona. Sus ojos café se cerraron coquetamente, como en los viejos tiempos. Luego de sacar un cigarrillo de su cartera, dijo
- Antes mentías mejor... - dijo mientras encendió su cigarrillo - Parece que perdiste el talento
- Charlotte - respondí carraspeando por culpa del trago que recién me había echado
- Joe - continuó - no importa, tu nunca dejaste de ser tu. Eres el mismo que conocí allá en St. Mary.
- He cambiado - interrumpí
- Sabes - me dijo con tono suave y encantador - quiero pedirte algo
- ¿Qué sería? - pregunté mientras apagaba mi cigarrillo en el cenicero
- Solo quiero que le digas a Valery que su querida amiga Charlotte quiere verle
- Le enviaré tu mensaje, Charlotte - respondí - apenas la vea, aunque lo dudo.
- Bueno. ha sido un placer encontrarte, Joe - terminó despidiéndose deslizando su mano sobre mi hombro - Estaré hospedada en el Ritz, por si tienes interés en visitarme
- Lo tendré en cuenta.
Tras cerrar la puerta, me recosté sobre mi silla y me agarré la cabeza, como presintiendo el desastre que se veía venir. Luego de ello, me levanté y saqué desde un compartimento secreto de mi escritorio una de whisky y decidí echarme otro trago. Mientras degustaba ese licor, los recuerdos de aquellos tiempos volvían como oleadas sobre mi. Esos días en St. Mary, llenos de ilusiones juveniles y crueles decepciones, donde el amor y el odio se encontraron, cosas que jamás pensé que volverían a mi memoria, mucho menos a mi oficina. De pronto una oleada de preguntas se me vino a la cabeza... ¿que diablos hace una chica como ella, en una ciudad tan turbia como ésta? ¿Como fue que pudo dar con mi paradero, siendo que aquí es lo más bajo perfil que puedo estar? ¿como es posible que a pesar de todos estos años, aún ella siga ejerciendo un poder sobre mí?
- No me preguntes, - respondí - no tengo idea de quien es...
- ¿Como no vas a recordar? - preguntó con un tono burlón - Nuestra compañera de secundaria...
- Ella... hmmm
- Si, Joe. Ella misma.
- Valery ahora es una exitosa empresaria. Tiene un salón de belleza justo en el centro de la ciudad. Aparte de eso, ya no se apellida Jansen, Charlotte - respondí - Se casó y ahora se apellida Chandler.
- Charlotte... - sonrió - te sale tan bien cuando lo dices
- ¿Y desde cuando que estás acá?
- Llegué hace un mes - respondió con esa mirada felina - Estuve en el sur preguntando por ella y me terminaron hablando de ti. Me dijeron que eras bueno investigando.
- Si, eso dicen - dije mirándole a los ojos, entre el humo de mi cigarrillo - pero ya estoy retirado del negocio
Charlotte me miró con cara de incrédula y con sonrisa juguetona. Sus ojos café se cerraron coquetamente, como en los viejos tiempos. Luego de sacar un cigarrillo de su cartera, dijo
- Antes mentías mejor... - dijo mientras encendió su cigarrillo - Parece que perdiste el talento
- Charlotte - respondí carraspeando por culpa del trago que recién me había echado
- Joe - continuó - no importa, tu nunca dejaste de ser tu. Eres el mismo que conocí allá en St. Mary.
- He cambiado - interrumpí
- Sabes - me dijo con tono suave y encantador - quiero pedirte algo
- ¿Qué sería? - pregunté mientras apagaba mi cigarrillo en el cenicero
- Solo quiero que le digas a Valery que su querida amiga Charlotte quiere verle
- Le enviaré tu mensaje, Charlotte - respondí - apenas la vea, aunque lo dudo.
- Bueno. ha sido un placer encontrarte, Joe - terminó despidiéndose deslizando su mano sobre mi hombro - Estaré hospedada en el Ritz, por si tienes interés en visitarme
- Lo tendré en cuenta.
Tras cerrar la puerta, me recosté sobre mi silla y me agarré la cabeza, como presintiendo el desastre que se veía venir. Luego de ello, me levanté y saqué desde un compartimento secreto de mi escritorio una de whisky y decidí echarme otro trago. Mientras degustaba ese licor, los recuerdos de aquellos tiempos volvían como oleadas sobre mi. Esos días en St. Mary, llenos de ilusiones juveniles y crueles decepciones, donde el amor y el odio se encontraron, cosas que jamás pensé que volverían a mi memoria, mucho menos a mi oficina. De pronto una oleada de preguntas se me vino a la cabeza... ¿que diablos hace una chica como ella, en una ciudad tan turbia como ésta? ¿Como fue que pudo dar con mi paradero, siendo que aquí es lo más bajo perfil que puedo estar? ¿como es posible que a pesar de todos estos años, aún ella siga ejerciendo un poder sobre mí?
El pasado, como dije, tarde o temprano, siempre vuelve y te encuentra. Esta vez, es para cobrar una vieja deuda y la venganza... es el peor cobrador. Lo que jamás podré comprender, es como ella tuvo que dar conmigo, siendo que hay detectives más capaces y competentes que yo. ¿Por qué, Charlotte, me buscaste? Como diría Rick: "de todos los lugares y antros del mundo, tenía que venir justo al mío".
No hay comentarios.:
Publicar un comentario