jueves, 31 de mayo de 2018

No Hay Lugar para el Olvido - Capitulo IV


El Tren desde Smalltown llegaba a la estación a las 1900. De el, Charlotte bajó elegantemente desde el vagón de primera clase, caminando hacia la salida donde la esperaba un Cadillac. En él, la esperaba el magnate ferrocarrilero Sebastian Gallard.

Al abordar, Sebastian le pasa un sobre con dinero.

- Buen trabajo, Charlotte
- Gracias, Sebastian.
- Hiciste un muy buen trabajo en persuadir al gerente de la Applegreen Railroad para que vendiera la compañía.
- Fue tarea sencilla - continuó Charlotte - Despues de lo ocurrido ayer, no le quedará otra que venderte la compañía entera
- Un pequeño bocado para este Gran Blanco - dijo Gallard mientras comía una aceituna, mientras uno de sus secuaces abría una botella de Champagne caro.

El Cadillac llegó al Ritz, Charlotte bajó del auto y se detuvo por un momento en la entrada.

- Antes que te vayas, hay algo más que te quiero pedir - continuó Gallard
- ¿Que sería?
- Hay rumores de que Joe McDraken está en esta ciudad - prosiguió - quiero que lo saques de circulación. Es una piedra en el zapato.

El rostro de Charlotte pasó del regocijo al espanto en cosa de segundos cuando mencionó mi nombre.

- ¿Qué?
- Lo que dije - continuó Sebastian - Hay rumores de que él vive en esta ciudad. Le perdí el rastro después de lo de Chandler. De seguro tiene algo que ver en lo que le pasó... y que no cumplió su parte del trato... así como a juzgar por tu rostro, creo que tú también debes saber algo.
- No... nada - respondió Charlotte - Se lo mismo que sabes tú de él.
- Recuerdo muy bien lo que hubo entre ustedes dos - continuó Sebastian - pero eso no será impedimento para que hagas lo que te pedí. Quiero que lo encuentres y le hagas pagar por lo que hizo con Chandler y de paso le haces pagar por lo que te hizo allá en St. Mary's.
- Lo sé... - respondió Charlotte, encendiendo su cigarrillo - en cuanto lo encuentre, estaré lista para hacerlo.

El Cadillac se alejó del Ritz por la Gran Avenida Principal, Mientras Charlotte miraba su reloj y entró al vestíbulo. Se detuvo un momento, respiró profundo y caminó hacia su suite, cerró la puerta con llave y se recostó en la cama. Miraba el techo del hotel, pensando que rayos haría con la orden que le dio Gallard sobre mí. Se sentía entre la espada y la pared, con el amor y el odio enfrentados en una batalla campal.


En mi oficina solo se podía oler el miedo. Valery estaba realmente asustada, luego de contarme todo lo que había pasado, ella se desmoronó como un castillo de naipes. Ahora ella temía pagar con su vida, los errores de su ex esposo. Me contó que antes de que Chandler desapareciera, le "transfirió" un paquete de acciones al portador de la compañía de Gallard y estaban ocultos en una cuenta secreta que tenía a nombre suyo, usando su segundo nombre y el apellido de soltera. Si bien Chandler ya tenía compradas sus acciones, el prefirió "mascar un poco más".  

¿y que tanto tenía que ver Gallard en todo esto? Esa es la pregunta del millón. A medida que iba relatando, descubrí el motivo.

El origen de ese paquete de acciones, fue un acuerdo entre caballeros. Gallard le daba un gran porcentaje de las acciones de la compañía y Chandler, le conseguía, usando sus influencias en el banco un préstamo que le serviría para salvar la empresa. Ese paquete en el fondo era una vulgar coima. Pero dicho paquete, más lo que ya tenía Chandler en el bolsillo, impedía que Gallard mantuviera el control de la compañía y quedaba en manos de Chandler las decisiones del directorio. Esto no agradó mucho al padre de Sebastian, que murió poco después de enterarse de la noticia. A raíz de ello y tras el funeral, Gallard juró recuperarla a como diera lugar... Esa fue la razón principal por la cual Gallard, me contrató para buscar a Chandler y traerlo a su presencia para que "devolviera" su parte. Chandler  obviamente dijo que no y desapareció... hasta que dí con el en Dockers.

Lo que no le dije a Valery fue la verdad de que pasó con él. Es más, mientras me contaba lo ocurrido, recordaba esa noche de invierno, con la nieve cayendo cuando Chandler corría desesperado por el muelle abandonado de Dockers, intentando escapar. Cuando lo capturé, me miró con cara suplicante, que el prefería morir antes que Gallard pusiera sus manos encima, pero ya era demasiado tarde. Me ofreció más dinero... "mas de lo que podrías imaginar" - me dijo - "Mas de lo que podrías gastar en una vida entera".

Lo miré,  miré a uno de los secuaces de Gallard que venía tras de nosotros y le propuse la oferta que nos propuso. El no quiso y me apuntó. Bastó un descuido y le reventé la cara con la escopeta, lo vestí con las ropas de Chandler y después Chandler y yo, lanzamos el cadaver al río.

Días después, le conseguí a Chandler un set de documentos falsos, unas ropas nuevas, cambiar su fisonomía para después dejarlo en el aeropuerto, para viajar directo al Asia Pacífico. Dos días después se embarcó en un vuelo hacia Indonesia y se le perdió todo rastro. Después le dije a Gallard que él se había suicidado, su cadáver flotaba en el Rio Blanco, cerca del muelle de Dockers. Que sus ultimas palabras fueron: "Que prefería estar muerto antes que rendirse a los pies de ese granuja" antes de meterse un tiro con la escopeta. Pensé que esto terminaba aquí. Obviamente no, pagué el precio por ello. Terminé golpeado y molido en un viejo granero en la zona agricola de la ciudad.

Ese secreto no se lo he dicho a nadie, ni mucho menos a Valery. Ella todavía cree que está muerto y sin saber que enterró un cadáver de alguien que no era su ex esposo.

Valery antes de irse, me entregó una nota con el nombre del banco, el numero de la cuenta y a nombre de quien estaba.


Me guardé el sobre en el bolsillo de mi chaqueta y me puse a revisar el expediente de Gallard.

Sebastian Gallard. La historia cuenta que es hijo de Adolf Gallard, el dueño de la Transatlantic Railway Co. establecida en Middlestone City, que comenzó con un tren y un par de carros, para después convertirse en una de las mas grandes del país. En los últimos años, su "expansión" ha sido cuestionada ya que ha sido en base a truculencias, sobornos y métodos poco convencionales. El Estado le ha asignado jugosas licitaciones extendiendo sus servicios a gran parte del país, devorandose a las más pequeñas. Mientras mas grande era, más difícil les era a Impuestos Internos el fiscalizar sus finanzas, porque supo "disfrazar" sus ingresos, gracias a un staff de contadores judíos que usaron los vacíos legales necesarios para evadirlos. El año pasado, comenzó un proceso de expansión bastante ambicioso, adquiriendo, mejor dicho devorando, empresas pequeñas que el mismo hacía caer en bancarrota utilizando métodos menos que decentes y legales. Al punto que le hizo merecerse el apodo de "Gran Blanco", en alusión al gran tiburón dentro de ese pequeño pozo. 

Era "el hombre del momento", reconocido y respetado en las altas esferas de la sociedad. Portada de diarios y revistas, daba entrevistas cada vez que se adjudicaba una nueva compra, se paseaba por Central Park acompañado siempre de una bella chica, frecuentaba los bares más exclusivos de la ciudad. Se veía un hombre íntegro e intachable... pero detrás de él había algo más turbio. Detrás de la figura de "hombre ejemplar", Gallard tenía muertos en el closet. No solo era un corruptor, sino que un mafioso de tomo y lomo. Usaba la compañía para transportar no solo bienes, pasajeros y materias primas, sino también contrabando de drogas, armas incluso personas traídas desde el sur de Asia. Tenia un séquito de matones que lo seguía donde fuera. Un verdadero circulo de hierro.

Compraba no solo compañías, sino que también tierras, usando los métodos más bizarros y terribles, desde las quemas hasta la extorsión, Muchos cayeron rápido en sus fauces, pero quien se resistió por mucho tiempo fue George Applegreen, esposo de una de las fallecidas. Applegreen, aparte de ser dueño de una pequeña empresa de transportes, tenia plantaciones de manzanas en tierras donde pasaría una linea de tren controlado mayoritariamente por la empresa de Gallard. Por mucho tiempo Sebastian estuvo interesado en adquirir no solo la compñía sino que también las tierras de éste, de tal forma de tener el total monopolio del transporte de carga. 

A partir de ahora, mis movimientos deberán ser casi imperceptibles... Tendré que desaparecer y eso es muy difícil en una ciudad como esta.

No Hay Lugar para el Olvido - Capitulo III


Me dormí tras la visita de Charlotte y al día siguiente, desperté después de caer del sillón. Finalmente, me puse en camino a investigar. Durante el día me había dedicado a leer y releer el informe que me dio Valery, después visité el cuartel de policía donde estaba Roger Albrecht, Detective Inspector, el que me dio el acceso al dossier completo de ambas muertes. Era pesado como los zapatos de cemento de algunos que cometieron el pecado mortal de "mascar mas de lo que pueden tragar", o de algunos "infieles" que acabaron sus dias flotando en el río, bajo "extrañas circunstancias". Así me pasé el día y finalmente llegó la noche. Pero aún así, tenia que seguir investigando.

Habia escogido una mala noche para salir a recabar información, pero tenía que empezar por alguna parte. 

Noir Shore City tiene un encanto hipnotizante y adictivo y esa es su vida nocturna, de como las calles se transforman en rios de luces y sonidos que alegran las frías noches de invierno y atrae a la gente como moscas a la mierda. Y es en ese submundo en donde uno encuentra cosas que jamás encontrarías usando los metodos convencionales. Es una especie de "dimensión desconocida" en donde los secretos dejan de serlo y todos revelan su verdadera identidad.

Cuando las fuentes oficiales no son suficientes ya sea por mera pereza, incompetencia o una mezcla de las dos, frecuentar los antros, garitos, bares y lugares de mala muerte siempre resulta. comencé a indagar en bares y cantinas, hasta que dí con "Dirty Angel" Kathy, una corista de un cabaret cercano, el Club Carousel. Sueño erótico de muchos en el barrio y la ciudad. Ella si bien participaba de una comedia de variedades, siendo la mas cotizada en el rubro por su sensualidad y puesta en escena, ella era muy reservada, al punto de decir que jamás se le vio relación alguna, asi como tampoco ejerció la prostitución, a pesar de lo "osada" que eran sus performances.  No solo bailaba, sino que con su dulce, casi angelical voz, derretía corazones en el Carousel. Era nada más que toda una artista.

Fui al club, en la esquina de la calle 94 y la 4B donde se presentaba. Tuvo su show, sacó aplausos y después la visité en su camerino.


- Hola "Angel" 
- ¡Joe, querido! - me respondió con un efusivo abrazo - ¿que te trae por acá?
- Aquí estoy, de regreso al negocio
- No me sorprende, Joe -  me respondió mirando con sus enormes ojos café claro- Siempre vienes para saber que se cuece en el bajo mundo. No hay otra razón.
- Si, querida. Me conoces demasiado bien.

Me senté y ella se metió al biombo que estaba en su camerino para sacarse su vestido y colocarse su bata. Mientras tanto, me tomé la libertad de mirar sus atuendos y escucharla cantar, ensayando su próxima actuación.

- Quería preguntarte algo  - pregunté mientras ella salía del biombo hacia su tocador - ¿Sabes algo acerca del club de Bridge de la Sra. Chandler?
- No mucho, mi querido Joe - respondió Kathy mientras se peinaba en el espejo - Ayer me junté con unas amigas y una que trabaja para una señora que vive en el Hilton, me contó que ella había redoblado la seguridad, que no va sola a ninguna parte... incluso ha perdido peso porque hasta comer no puede... Acá en el local se les ve venir pero nunca he visto mucha gente asustada.
- Hmm - me llevé la mano a la barbilla - ¿que entiendes por "asustada"?
- Ya sabes - dijo Kathy luego de guardar su peine y girar su silla hacia mí - puedes ver sus caras, no disfrutan del espectáculo o del ambiente, se les nota en sus reacciones. mucha ansiedad.
- Que pena...
- Hay alguien que sí podría darte algo más de información
- ¿Quién podría ser?
- El Sr. Sidney
- ¿El dueño del Zanzíbar?
- Sí - respondió mientras se tomaba el cabello - Diana, una de mis amigas que trabaja allí, me contó que él se juntó con su gente en el cabaret la noche anterior al último crimen. Dijeron muchas cosas...
- ¿Como qué cosas?
- Que alguien estaba buscando a alguien para cobrar venganza por un pasado  - continuó -  Un ajuste de cuentas entre "damas de alta sociedad", dijo.



- Hmmm, comprendo ¿donde puedo ubicar al Sr. Sidney a parte del Zanzíbar?
- Lo puedes ver en el hipodromo en las afueras de la ciudad. Mañana compite el suyo
- Gracias. querida - terminé

Después me fui a la barra del Carousel, me senté y esperé verla en su próximo acto. Verla cantar me relajaba de algún modo, haciéndome olvidar mi miserable vida por unos momentos. Tras terminar, volví a su camerino solo para despedirme de ella con un beso en la frente.

Al día siguiente tomé un taxi y enfilé al hipódromo. Al llegar, me encontré a Sidney en su lugar preferido, rodeado de sus mejores matones. Albert Sidney es el respetado dueño del Zanzibar, la competencia del Carousel. Un local como muchos, pero bajo cuerda era un contrabandista de licor hecho en casa y quizás de que otras cosas mas. Tenía buena parte del control del mismo en buena parte de la ciudad. Era respetado y temido ya que tenía unos métodos poco ortodoxos para imponer su voluntad. Al acercarme, uno de los matones se me cruzó, miró a Sidney y este asintió con la cabeza.

Me invitó a pasar a su mesa, pidió brandy para ambos y la conversación comenzó así

- No me sorprende verle por acá, Joe
- No estaba interesado en venir, Robert, pero tenía que hacerlo tarde o temprano - repliqué mientras encendía un cigarrillo
- ¿Algún caballo en particular?
- No, no he venido a apostar esta vez, Robert - respondí - Sabes que lo de las apuestas nunca fue lo mío.
- No responderé a eso, Joe
- Voy a ser directo, Albert. ¿Que sabes de lo del Club de Bridge?
- Lo mismo que tú, Joe - respondió - Nada
- Tu debes saber más que yo, Albert. - continué- Tu llevabas el licor al local. Te he visto hablar con Valery días antes de los asesinatos.
- Es verdad - continuó - Estuve hablando con Valery pero nada fuera de lo usual... ya sabes, ha estado ganando dinero a manos llenas.
- O sea ¿se está llevando casi toda la acción y quieres tu parte de ella?
- Es probable, que así sea - respondió Sidney mientras degustaba su habano - pero como buen caballero, tengo un trato con la dama y no lo voy a romper.
- Ok. Gracias por el brandy - me despedí y dejé el hipódromo. Repentinamente vi como Sidney mandó a un par de matones a que me siguieran.


Por eso, abordé un taxi y le pedí que me llevara al Ritz, donde estaba Charlotte. Llegué a la recepción, y el conserje me informó que Charlotte no estaba, se había ido. Me estaba yendo hacia la calle cuando me retuvo y me dijo que había dejado un sobre para mí. Lo abrí ahí mismo y decía así:

"Querido Joe:

Tengo que ausentarme por unos días, porque hay cosas que debo resolver yo sola. Pero no te preocupes. Solo será una semana. Volveré a verte pronto.

Siempre tuya.
Charlotte."

Guardé el sobre en mi abrigo y me devolví a mi despacho, cuando de pronto apareció uno de los matones de Sidney, trató de agarrarme el brazo y me lanzó un puñetazo. se lo esquivé y le respondí con un par de golpes más, pero no consiguieron tumbarlo. Me dio una paliza, pero el sujeto tenía un punto débil. Solo bastó un descuido, le di uno directo al mentón y cayó inconsciente. cuando despertó, estaba amarrado a una silla en mi oficina.

- ¿Por qué me seguiste?
- Ordenes del Sr. Sidney - respondió el matón
- Cometes un gran error al seguirme - dije apuntándole con mi arma - dime la verdad
- El Sr. Sidney quiere verle...
- ¿Donde?
- En el Zanzíbar
- ¿Cuando?
- Este Viernes... a las 10 de la noche
- Dile a tu jefe que no haga nada que pueda lamentar después - le dije antes de soltarlo en el callejón donde nos enfrentamos - Lo veré.

Cerré la puerta, me eché otro trago y volví al dossier que me dió Valery. Releí mis notas y encontré que algo no cuadraba en todo esto. Decidí llamarle.

- Alo?
- Habla Joe
- Joe ¿alguna novedad?
- Nos vemos en mi oficina a las 1900

Colgué y esperé a que llegara. Apenas cruzó el umbral de mi puerta, la tomé del brazo y la increpé

- ¿Que demonios te pasa, Joe?

- Tienes mucho que explicarme, Valery - le dije mientras la llevaba a la silla - para empezar, tu relacion con Robert Sidney
- ¿Sidney? son solo negocios como has de saber.
- ¿Negocios?
- El me provee de licor, nada más - respondió Valery con rabia - No solo a mí, sino que también a varias de mis clientas ¿que más, Joe?
- Creo que hay algo más detrás de tu club de bridge - dije mientras encendía un cigarrillo para calmarme -  muchas cosas no cuadran en este puzzle
- Hay cosas que no he contado, Joe - dijo Valery mientras sacaba un sobre de su cartera.

No Hay Lugar Para el Olvido - Capitulo II

Al día siguiente, me quedé revisando nuevamente el caso, buscando en archivos de casos anteriores para ver si había algun patrón o algo que realmente las conecte. Mas tarde decidí ir al centro, para distraerme, algo que suelo hacer cuando hay muchos cabos sueltos sin ninguna razon para atarse.

Luego de dar vueltas por el centro, volví a mi despacho. Eran las 8:00 pm y sentí que no había necesidad de abrir a esa hora. La señora Greenstreet, la dueña del edificio, me avisó que alguien me buscaba en mi oficina. Como no me encontró, dejó un sobre con mi nombre escrito en él. Subí a mi despacho y lo encontré pegado en la puerta. Primero me puse un par de guantes de latex y busqué un cuchillo para abrir sobres y lo saqué con cuidado, tomándolo con unas pinzas para evitar contaminar la evidencia.

Al abrir el sobre, un aroma muy especial emanó de su interior. Era un aroma muy familiar. Uno que me trajo recuerdos de otros tiempos. Tiempos pasados que pensé había dejado atrás cuando me enrolé en el ejercito y partí a la guerra. Un tiempo que pensé haber ya olvidado. Observé el contenido y era nada más que un pañuelo, impregnado en un fuerte y dulzón aroma a perfume caro. Al verlo, encontré que su contenido era tan inofensivo, que consideré que la precaución que tomé era exagerada y ridícula, pero no por eso dejaba de causarme un mal presentimiento. Decidí examinarlo bien, vi un beso marcado con labial rojo carmesí y dos iniciales bordadas elegantemente a mano. Estas simples pruebas fueron para mí como un puñetazo a la cara. Una clara señal de que no importó lo que hiciese o que tan lejos me haya ido o cuantos años pasaron. El pasado siempre vuelve, ya sea para cobrar una vieja deuda, revivir una vieja llama o simplemente tener que enfrentar lo que dejaste atrás como tarea pendiente.

Guardé el pañuelo dentro del sobre y encendí la luz. Una voz viajó de entre la penumbra de la sala de estar y mi oficina, sonando angelicalmente endemoniada.

- Eres un tipo no muy fácil de encontrar en esta ciudad.




Levanté la mirada y la encontré parada en el umbral de mi puerta. Su vestido negro la hacía verse más delgada y espigada. Era hermosa, no había lugar a dudas. Parecía que el tiempo se detuvo en ella. La miré de pies a cabeza, contemplando su hermoso cabello negro que caía como cascada encima de sus hombros y sus grandes ojos claros brillaban como diamantes recien pulidos... Ahi comprendí que mi pesadilla solo estaba por comenzar.

- Hola, Joe
- Charlotte Jones - respondí con sorpresa
- Ha pasado mucho tiempo desde St. Mary - continuó mientras se acercaba a mi escritorio con paso elegante, casi felino. Se sentó en una silla del otro lado del escritorio y mientras cruzaba elegantemente sus piernas, su mirada instigadora me intimidaba.


- Si, no lo he olvidado para nada... - Respondí mientras buscaba mi cajetilla de cigarrillos en mi chaqueta - lo recuerdo todas las noches desde que dejé ese sucio pueblo ¿Que te trae por acá?
- Solo negocios, Joe - me respondió - aparte de ver y saludar a una vieja amiga ¿Está Valery Jansen aqui en la ciudad?
- No me preguntes, - respondí - no tengo idea de quien es...
- ¿Como no vas a recordar? - preguntó con un tono burlón - Nuestra compañera de secundaria...
- Ella... hmmm
- Si, Joe. Ella misma.
- Valery ahora es una exitosa empresaria. Tiene un salón de belleza justo en el centro de la ciudad. Aparte de eso, ya no se apellida Jansen, Charlotte - respondí - Se casó y ahora se apellida Chandler.
- Charlotte... - sonrió - te sale tan bien cuando lo dices
- ¿Y desde cuando que estás acá?
- Llegué hace un mes - respondió con esa mirada felina - Estuve en el sur preguntando por ella y me terminaron hablando de ti. Me dijeron que eras bueno investigando.
- Si, eso dicen - dije mirándole a los ojos, entre el humo de mi cigarrillo - pero ya estoy retirado del negocio

Charlotte me miró con cara de incrédula y con sonrisa juguetona. Sus ojos café se cerraron coquetamente, como en los viejos tiempos. Luego de sacar un cigarrillo de su cartera, dijo

- Antes mentías mejor...  - dijo mientras encendió su cigarrillo - Parece que perdiste el talento
- Charlotte - respondí carraspeando por culpa del trago que recién me había echado
- Joe - continuó - no importa, tu nunca dejaste de ser tu. Eres el mismo que conocí allá en St. Mary.
- He cambiado - interrumpí
- Sabes - me dijo con tono suave y encantador - quiero pedirte algo
- ¿Qué sería? - pregunté mientras apagaba mi cigarrillo en el cenicero
- Solo quiero que le digas a Valery que su querida amiga Charlotte quiere verle
- Le enviaré tu mensaje, Charlotte - respondí - apenas la vea, aunque lo dudo.
- Bueno. ha sido un placer encontrarte, Joe - terminó despidiéndose deslizando su mano sobre mi hombro - Estaré hospedada en el Ritz, por si tienes interés en visitarme
- Lo tendré en cuenta.

Tras cerrar la puerta, me recosté sobre mi silla y me agarré la cabeza, como presintiendo el desastre que se veía venir. Luego de ello, me levanté y saqué desde un compartimento secreto de mi escritorio una de whisky y decidí echarme otro trago. Mientras degustaba ese licor, los recuerdos de aquellos tiempos volvían como oleadas sobre mi. Esos días en St. Mary, llenos de ilusiones juveniles y crueles decepciones, donde el amor y el odio se encontraron, cosas que jamás pensé que volverían a mi memoria, mucho menos a mi oficina. De pronto una oleada de preguntas se me vino a la cabeza... ¿que diablos hace una chica como ella, en una ciudad tan turbia como ésta? ¿Como fue que pudo dar con mi paradero, siendo que aquí es lo más bajo perfil que puedo estar? ¿como es posible que a pesar de todos estos años, aún ella siga ejerciendo un poder sobre mí?

El pasado, como dije, tarde o temprano, siempre vuelve y te encuentra. Esta vez, es para cobrar una vieja deuda y la venganza... es el peor cobrador. Lo que jamás podré comprender, es como ella tuvo que dar conmigo, siendo que hay detectives más capaces y competentes que yo. ¿Por qué, Charlotte, me buscaste? Como diría Rick: "de todos los lugares y antros del mundo, tenía que venir justo al mío".

No hay lugar para el olvido - Capitulo I


Es de noche y así como las luces cambian, la ciudad cambia su rostro. Se esconde bajo ese velo hipócrita que todo lo cubre y hace ver las luces como diamantes sobre terciopelo negro. Los negocios, bancos, almacenes cierran sus puertas y los antros y garitos tanto legales como clandestinos, reciben a la gente cansada de sus rutinarias vidas, volviendose hormigueros de gente con traumas, negocios inconclusos, infidelidades, traiciones y una que otra "cana al aire". La gente se mueve de un punto a otro, arrumbándose en las barras y mesas de los bares y antros, en donde las historias se confunden con la música, la risa, el llanto, el crimen y las peleas... y entre ellos, yo.

Sentado en esa barra del único bar que frecuento después de estar en mi despacho, recordando viejos tiempos con dos amigos más, arreglabamos el mundo entre tragos y musica. Frank, banquero y contador de profesión y Erick, un destacado diseñador de muebles para los "ricos y famosos" de la ciudad. A ellos los conozco desde hace tiempo y había perdido contacto después que me enrolé en el ejercito y partir a la guerra. Eran solo dos de los pocos que conozco en esta ciudad, de los pocos que aun mantenemos el contacto desde St. Mary y al igual que yo, viven y se mueven en esta ciudad.

Luego de cerrar, caminé de regreso a mi despacho, que se transformó prácticamente en mi casa. Alma, mi secretaria, se había ido hace un par de horas, dejándome una carta de renuncia porque la paga era mala y no tenia tiempo para nada. No contenta con eso, se llevó un par de botellas de whisky y las tiró al inodoro, porque no soportaba el olor a alcohol que había. Las cosas no iban muy bien en aquellos días ¿El motivo? Los casos menguaban y ya casi nadie solicitaba mis servicios... en fin, daba lo mismo. De un modo u otro, esto iba a terminar mal. Simplemente estaba enfrentando el inicio de una mala temporada.


Sobre el escritorio, las carpetas con casos resueltos estaba desparramada en un caotico desorden. Casos que terminaron de la peor manera posible, cada uno, era una historia con un factor común: el dinero, la ambicion y el poder. Un cenicero lleno de colillas de cigarrillos, un par de cajas vacías y una lámpara que aun estaba encendida. Mi despacho era un soberano desastre, parecía mas un antro, que el despacho de un detective como yo. Resignado a mi suerte, me senté, abrí una cajetilla de cigarrillos que me obsequio Frank de su ultimo viaje a Casablanca, cuando el teléfono, que estaba bajo otra pila de papeles, comenzó a sonar insistentemente. Antes que cortara, alcancé a contestar y una voz sollozante me pidió que la fuera a visitar. 

No dudé dos veces cuando decidí ir a verla, era una antigua cliente y vieja amiga de años, que me pidió  un par de favores para una de sus clientas, con el fin de conseguir el divorcio y una suculenta tajada de la fortuna de su esposo, después de pillarlo en mas de una ocasión con la mucama. Solo hice el trabajo sucio, que casi me costó la vida, pero valió la pena la verdad. 

Valery Jensen Chandler, administraba un salón de belleza en el día, pero en la noche, su sótano se convertía en el "Club de Bridge" de la Sra. Chandler, en donde la élite se jugaba las fortunas y el prestigio social. Muchas de las socialités más conocidas de la ciudad se reunían ahí no solo para hablar de modas o de secretos de belleza, sino que también apostaban sus cuantiosas fortunas solo por un tema de orgullo. Todo de un modo fino, elegante y discreto. El sótano estaba bloqueado por una puerta de madera que aparentaba ser un closet más donde se guardaban utensilios y artefactos para belleza. 

Al llegar, encontré que las luces de su despacho, sobre el salón de belleza todavía estaban encendidas. Algo inusual que ella estuviese tan tarde, ya que ella se va a las 19:00 y deja a cargo del local a su mano derecha, Madame Madeleine, una cosmetóloga francesa tan exigente como dedicada a la cosmetologia que, según ella, debiera considerar un arte digno del Louvre. 

Valery, con mucha diplomacia y fineza, me recibe y sube conmigo al despacho. La sala enorme, con su refinado toque francés preguerra, lleno de cuadros y adornos, sobre su escritorio, lamparas, fotos, dossieres, revistas de decoración y moda y una foto de ella con su ex-marido, que, según ella, ahora duerme con los peces, por culpa de su torpe capacidad de negociación, al meterse con un capo de la mafia local, pero en realidad está escondido en alguna parte de Asia, haciendo lo que mejor sabe hacer: Negocios sucios.

-  No esperaba requerir de sus servicios nuevamente, Joe - me dijo mientras se sentaba en su gran sillón
-  Lo mismo digo yo, Valery. - dije mientras encendía un cigarrillo - La última vez que hablamos fue cuando enterramos a Louie, tu marido. 

Nos pusimos a conversar y a recordar aquellos años en St. Mary, un pueblucho distante de la ciudad, en donde nuestros caminos convergieron para nunca más separarse. Recordamos nuestras locuras y travesuras de adolescentes hechas en el único colegio de secundaria que había y soñar con largarnos para hacer vida en la gran ciudad.

- Bueno, no lo llamé para recordar viejos tiempos - dijo Valery mientras hojeaba una revista de modas
- ¿Entonces para que sería esta vez?
- Sabes que regento un garito clandestino aquí bajo el salón de belleza, y muchas de mis clientas vienen acá no solo para arreglarse el cabello... vienen para hacer dinero y así mantener sus lujos.
- Si quieres protección, hablas con el tipo equivocado - respondí
- No es eso precisamente, Joe - Dijo Valery - Es algo peor. Mi vida está amenazada. Dos de mis mejores clientas y amigas han sido asesinadas en extrañas circunstancias. Nadie sabe el motivo y el porqué, pero se corre el rumor de que yo también estoy involucrada y por eso vendría  por mí.
- ¿Tienes algun enemigo, competencia, cliente insatisfecho o alguien que quiera comprarte el negocio de mala manera?
- No lo sé, Joe - respondió Valery - no recuerdo a alguien con quien haya tenido algun problema. En todo caso, creo que esto podría darte una pista sobre quien está detrás de estos crímenes.

Ella me entregó un informe de la policía que contenía una parte de los antecedentes del caso. Ella prácticamente los "compró" a un corrupto funcionario del tribunal. En el informe, habían antecedentes, pericias y fotos de las fallecidas. Según el informe una de ellas fue muerta por envenenamiento en la Suite del Hilton y la otra asesinada a puñaladas en un callejón cerca del Parque central. Ambas con días de diferencia, supuestamente sin nexo alguno entre ellas, según la policía.

Conforme a lo relatado por Valery y unas cuantas ojeadas al documento,  no tardé mucho en hallar un hilo conductor. Partí por algo lógico, algo simple: dos de las fallecidas se juntaban en el garito de Valery puntualmente a las 22:00, competían por quien tenía la mejor mano y quien ganaba más partidas. Ambas eran esposas de empresarios prominentes, con vastas extensiones de tierra en varios puntos de la ciudad. Lujos, viajes caros y costosos trajes, hasta en eso competían, aún a costa de los fondos de sus esposos. Algo así como una "sana rivalidad" pero nada que pudiese haber sido el motivo por el cual murieron, al menos entre ellas. Indagando un poco, busqué algunos nexos turbios en sus historiales, pero nada, tenian un historial pulcro como pared de hospital. No tenían enemigos evidentes ni posibles amenazas previas. Nada que pudiese anticipar o evitar su muerte. Guardé el dossier y me largué a mi despacho. Pedí un taxi, porque sentía que alguien me seguía...

viernes, 18 de mayo de 2018

Las cosas en su lugar

"Dios pone a las parejas correctas en los momentos menos apropiados"

Siempre suelo decir eso cuando estoy consciente de que una relación no va bien encaminada o simplemente es una relación que no tiene pies ni cabeza, pero aún así vale la pena vivirla. ¿por qué será, entonces, que nos esforzamos por hacernos las cosas dificiles y sufridas, en vez de llevar una vida tranquila? ¿Por qué irnos por lo dificil, casi lo imposible, en vez de tomar el camino correcto?

Esta pregunta me hago siempre cuando se está en una relación y de pronto aparece "otra mujer" en el camino, como si fuera la "correcta". Me pasó bien seguido y esa mujer ahora quiere volver a mi presente, siendo que las veces que apareció fueron nefastas.

Solo puedo decir que hay gente que por alguna razón X debe quedarse en el pasado y no volver, como yo tambien comprendo cuando alguien no quiere hablarme. simplemente me quedé en el pasado de esa persona.

Quien quiera volver, simplemente abra la puerta del corazon.

sábado, 5 de mayo de 2018

Forgotten

Olvidado dejé mi pasado,
olvidado en el desván de mis pensamientos
Del mismo modo que dejé mis sentimientos
En alguna parte del sótano de mi corazón
Guardado con llave en un cajón
Donde atesoré por años la esperanza de volver
A sentir amor como la primera vez

Están ahí llenándose de tierra
de polvo y olvido
de silencio y vacío
de oscuridad y soledad
al punto que ya no se distingue nada

¿Querías que esto llegara a su fin?
¿Esto fue lo que me pediste la ultima vez que te vi?
¿Querías que guardara para siempre esos recuerdos, hermosos que tuve de ti?
Eso fue lo que conseguí

Ahora en silencio y sin alma
Busco en la soledad una escapatoria
Resignado a aceptar el destino
Resignado a admitir y aceptar que he perdido

Mientras tanto, vago por este desván y miro esos recuerdos
Recuerdos que pensé había olvidado
Objetos, palabras, imágenes, pensamientos
Los recojo y examino con precaución
Buscando en ellos alguna explicación
A esta extraña sensación
A esta incurable adicción
A algo que jamás ocurrió
Que solo en mis sueños se generó
y que solo una simple junta de ex compañeros
finalmente revivió.

Con esto queda la certeza de que no importa que haga
No importa cuanto tiempo pase, ni que tan lejos pueda escapar
El pasado siempre vuelve y siempre lo hará
No por capricho, ni por desidia,
sino porque algo pendiente hay y merece se resuelto a la brevedad.