La palabra tiene poder. Basta con que digas una, y al igual que una piedra arrojada al charco, genera ondas. Mientras mas grande la palabra, mas grande son las olas que genera. Mientras más destructiva es la palabra, el daño que deja es mucho mayor. Pero así como hay palabras destructivas, hay palabras sanadoras, que si bien no curan todo, alivian la pena o el dolor causado.
Esto me lleva a preguntarme ¿Cuantas veces necesité de un "Animo, Joe", "Tranquilo, todo va a mejorar", "Levantate y sigue peleando que saldrás adelante" y tantas palabras motivadoras pero en realidad solo recibí criticas destructivas y palabras hirientes? ¿Tanto cuesta decir un "ya, Joe. saldrás adelante, dale" o "la cagada esta hecha, ahora a repararla" o quizás un "animo, Joe! tiene arreglo"? ¿Tanto cuesta decir esas simples palabras que no requieren más análisis? No, prefieren descargar su mierda encima de uno, como si uno fuera el culpable de su miserable pensamiento de vida.
Las palabras duelen, más aún cuando vienen de quienes crees, son tu apoyo, tu familia, tus amigos o compañeros de trabajo. Pero a la vez te demuestran cada vez más que estás solo en la vida. Que no tienes a nadie más que a ti mismo. El resto es solo arroz y depende de ti si vas a salir adelante o no.
Pero más que la palabra, es tu pensamiento. Es como juzgas las palabras dichas por otros. En mi pega suelo siempre decir "una cosa es lo que digo, la otra es como te la tomas". Puedo tirar un chiste y no va a faltar el ofendido de mierda que se va a sentir lastimado, peor aún cuando ni siquiera va dirigido a él, más aún en donde predomina lo "politicamente correcto" y la inquisición aparece. Puedo decir algo y si eso no va con el pensamiento de quien lo recibe, puede llamarte hasta de mentiroso, aún si los porfiados hechos dicen lo contrario. El discurso pesa más.
En fin, ya me está dando lo mismo. Me amarga si el día, pero también... Bah! a quien le importa!
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