martes, 28 de julio de 2020

Un encuentro conmigo mismo

Sentado en la barra de un bar, mientras miraba las olas del mar y su vaivén, alguien me habla. Pensé que era uno de esos adolescentes que machetean para su trago o pito de marihuana. Lo ignoré por un momento, pues estaba enfocado en escribir estas lineas, mientras diluía mis penas en un Sandy Mac que pedí.

Se sentó a mi lado y seguía insistiendo. A pesar de que su voz me era cada vez más familiar, aún así no le prestaba atención. De pronto, no sé si fue un acto de torpeza o premeditación, me botó el shot de whisky al suelo. Me enojé al máximo, levanté la mirada y lo ví... Vestía un uniforme de colegio, onda 90's, con el cabello algo desordenado, peinado a lo Harry el Sucio, colgando del bolsillo de su camisa, unos Rayban Aviator y en la mano una boina negra. Zapatos Negros con cordones cortos y una postura casi familiar... Quedé sorprendido.

El personaje en cuestión... Era yo! Yo, con un par de decadas y media más joven, sin lentes y mucho mas delgado. Su mirada me recordó esos días en los que era, sin dudas, más sano e inocente, mas naif, más soñador pero no menos maduro para esos años. Fue mirarme al espejo del tiempo.

Salimos del bar y nos sentamos en una de las mesas que estaban afuera. Pedí una bebida para mi yo del pasado y algo para picar. Al sentarnos, nos sentamos casi igual, como si fueramos padre e hijo. La misma postura, las mismas mañas, los mismos movimientos. Me reí mucho al verme casi reflejado en esa figura de mi pasado. Me sorprendió verlo tan de colegio, en una epoca en la que se supone debería estar de vacaciones de fiestas patrias. Me reí un poco, le di una palmada en la espalda y continuamos.

-¿De donde vienes? - le pregunté
- Vengo de arriba, de las cabañas de la Posta Central - Me respondió - Bajé antes pero mi familia viene en camino ¿Y tu?
- Yo, de mi casa... ¡jajajaja! - me reí - Tu eres del pasado, mi pasado y yo soy tu, del futuro.
- No puedo creer - dijo sorprendido - estás mas gordo que yo
- La vida sedentaria - continué - El trabajo de oficina me tiene así
- Yo pensaba que sería un militar, piloto de combate o algo así
- Bueno ese era tu sueño, pero no... las decisiones que tomaste me alejaron de tu sueño, pero todo fue por una buena razon.
- ¿Tu dices que no soy apto?
- No he dicho eso - continué - podrías haberlo hecho, solo que me di cuenta que pudo haber sido un error, que no estaba totalmente preparado para ello.
- Todos me dicen lo mismo - interrumpió
- Así son las cosas - continué - El tiempo tarde o temprano te dirá la razón.

Conversamos de todo un poco, me contó de su vida, como era todo en aquel entonces. Hasta que me mostró el cuaderno de poemas. Lo hojeé y casi se me salieron las lágrimas. Fue en ese momento cuando leí el nombre de ella en varios de los poemas que escribí. Le pregunté y el me respondió suspirando:

- Es el amor de mi vida, no importa lo que piense el resto. Es mi inspiración, mi musa y mi sueño. No puedo dejar de pensar en ella, en clase aunque me distraigo fácilmente, no puedo dejar de mirarla. Me pierdo en sus ojos y su voz me alegra el día. Es un ángel. Y aunque nos llevamos mal, aun la amo.

Mientras hablaba, yo recordaba su cara, su pelo al viento, su mirada de ángel, al mismo tiempo, cerraba los ojos para evitar llorar.

- Te creo - interrumpí mientras encendía un cigarrillo - era toda una belleza
- Ahora que me veo reflejado en ti ¿Todavía seguiré enamorado de ella? - me preguntó
- Me duele admitirlo - respondí - por más que lo haya silenciado y hasta artificialmente olvidado, si. Aún estarás enamorado de ella. Es el amor que jamás muere y lo seguirá siendo, quizás hasta el ultimo día de vida que te quede.
- ¿Me casé con ella?
- No
- ¿Por qué? 

Lo miré a los ojos y una pena me embargó por dentro.

- Porque los sueños tienen la costumbre de echarse a perder cuando no estás mirando - le respondí - Eso sí, te diré algo: ella no es para tí
- ¿Por qué lo dices?
- Está fuera de tu alcance - continué
- ¿Ama a otro?
- Ella no ama a nadie - respondí mientras apagaba el cigarrillo en el cenicero - Su corazón se enfrió al punto de volverse de cristal y eso la hace inalcanzable para ti o para cualquiera.
- Una pena - respondió suspirando - que pena que alguien tan bonita sea así, con el corazón de escarcha.

Al final, ambos nos paramos y caminamos bordeando la playa. El mar mojaba los pies y ambos llevabamos nuestro calzado amarrado al hombro, el con su mochila, yo con mi sandy mac en la mano y un cigarrillo. Hablamos de muchas cosas, de lo que le deparaba el destino si no tomaba las decisiones indicadas y de pronto comenzamos a correr hacia la calle. Nos sentamos en la banca y me dijo.

- Hora de irme - dijo - Mi mamá me espera
- Que estés bien - me despedí
- ¿Te puedo preguntar algo, antes de que te vayas?
- Si
- ¿Si Carla no es la indicada, quién lo será?
- No lo sé todavía... Tengo 43 años y no he dejado de hacerme esa pregunta - respondí mientras le pasaba el cuaderno y lo guardaba en su mochila - Han pasado muchas por mi lado, unas para bien, otras para mal. Algunas se irán para no volver y otras volverán una y otra vez... y aún así no he dejado de hacerme la misma pregunta. A propósito
- ¿Si?
- Si en el camino se te cruza una Gabriela - le advertí - haz todo lo posible por no dejar que te lastime. Cuida tu corazón, es lo único valioso que tengo.

Después, lo veía alejarse y perderse en la oscuridad de la noche, mientras yo me quedaba sentado en esa banca frente a la playa...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario